A lo largo de su historia, en México han confluido diversos procesos migratorios, así como la llegada de miles de personas que fueron reconocidas como refugiadas, sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo pasado, mismas que, de distintas maneras, se han incorporado a los mercados laborales existentes en el país, desde la academia hasta la maquila, así como en el trabajo del hogar, actividades agrícolas e incluso desempeñando actividades en la informalidad.
A pesar de ello, el debate sobre el reconocimiento de sus derechos laborales, sin que importe su situación migratoria, es algo que ha estado ausente, tanto a nivel del Congreso de la Unión, como de la academia y los sindicatos, e incluso las propias personas migrantes desconocen sus derechos en este tema, quedando muy lejos la posibilidad de que se organicen y reflexionen sobre el trato que reciben en sus lugares de trabajo.